viernes, 17 de octubre de 2014

P. al P.

Déjalo ya, mejor olvídalo.
Siempre es la misma historia, te animas, me incitas, te hago caso,
ella también, y entramos al acto.
Y cuando entras para hacer tu papel, vienes y terminas antes de que ella acabe.
Te desparramas por completo y por si fuera poco,
te tomas tu tiempo en volverte a levantar.
¿Qué no te das cuenta que me dejas en ridículo?

Todavía que no logras tener el tamaño para sentirme orgulloso, me haces esto.
Eres como un pequeño soldado que suelta el disparo
antes de que siquiera digan preparen, apunten, fuego.
Desearía tener un pene mejor.
Uno como esos que salen en las películas de internet;
grande, fuerte y fornido, que pueda durar prácticamente lo que quiera,
uno que cause envidia a los hombres y locura a las mujeres,
uno que sea inolvidable para quien lo vea,
impactante para quien lo sienta
e irresistible para quien lo pruebe.

Pero en vez de eso te tengo a ti.
¿Por qué me haces esto? Si te limpio bien,
te complazco con semejante cantidad de chaquetas,
hasta te llevé al doctor esa vez que me asustaste con tu granito,
y mira cómo me agradeces.

Pequeño gran problema al que le encantaba meterme en apuros cuando niño;
cada que me invitabas a rascarte era un regaño y manotazo de mi madre,
"!!Déjate ahí cochino!!", me gritaba ella.

Pequeño gran fastidio al que se le ocurría ponerse duro cuando más personas podían verme,
y justo en mi adolescencia.
Con el más mínimo roce te inflabas como globo de feria y,
todavía con el descaro, me pedías más.
Se sentía chistoso, ¿pero qué no te podías controlar?
Hasta en misa lo llegaste a hacer, sin vergüenza.

Pequeño gran estorbo,
al momento de dar un abrazo cercano a cada chica que me quería ligar.
Por tu culpa no me bajaron de pervertido por todo un año.
Aunque admito que ya teniendo novia se convirtió en una ventaja;
ya ni siquiera quería despegarse de mí.
Incluso así me conseguiste llegar a tercera base por primera vez.
Supongo que debo agradecerte por eso.
De acuerdo, tal vez compartimos algunas cosas más.

Pequeño gran ganador,
cuando en kínder hicimos competencias de ver quién hacía pis más lejos.
Ese día todos se quedaron con la boca abierta,
¡Llegó hasta la entrada del salón!
A Pesar del castigo valió la pena.
Me volviste popular entre los niños,
aunque por alguna razón entre las niñas no.

Pequeño gran compañero, enfermo de amor,
eres el único que me entiende cómo se sentían esas mariposas cada que Ella aparecía,
más aún, compañero en mis fantasías más secretas y penosas que Ella motivaba.

Creo que no debo poner toda la culpa en ti,
después de todo eres parte de mí,
es sólo que me importa quedar bien con Ella,
y ambos sabemos qué sentimos frente a esa doncella.
Admito que no soy el mejor en esto,
pero lo que intento decir es que lo siento.

Tenemos lo bueno, lo malo y lo feo,
y es ahora cuando lo veo
que ninguno de los dos es perfecto,
que no importa si está erecto,
no importa si está recto,
no importa si ya te mojaste,
no importa si ya te bajaste.

Importa que gracias a ti soy yo,
que vivo mi vida contigo,
que aunque alguna vez nos digan que no,
siempre serás mi pequeño gran amigo.